Cómo la lengua dibuja nuestro mundo y con él también nuestra personalidad.
La lengua nos abre puertas. Sin referirse a las famosas “puertas al futuro” en un mundo laboral, marcado por la globalización, se trata una llave universal para todo tipo de comunicación. A través de ella nos expresamos nosotros mismos, describimos el mundo tal como lo vemos y criticamos o apoyamos sus propiedades singulares. Somos lo que decimos.
¿Un inglés piensa diferente a un ruso?
El pensamiento está claramente influido por la lengua que una persona utiliza. Sus límites (en términos de léxico y gramática), muchas veces también representan los límites de su percepción del mundo. Esta visión de un universo más o menos colorido, dependiendo del idioma que lo describe, se confirmó en un estudio del año 2007 en los Estados Unidos. Fueron entrevistados y testados 26 rusos y 24 ingleses y literalmente el cielo sobre Rusia parece ser más azul que en Inglaterra. Donde el inglés utiliza adjetivos para describir los diferentes tonos de azul (“lighter blue”, “darker blue”), el ruso dispone de propias palabras (“goluboy”y “siniy”), por lo tanto también las ordena en dos propias categorías lingüísticas.
Las consecuencias de tal proceso se presentan de inmediato: La distinción entre los diferentes tonos de azul aparentemente es más fácil para un hablante nativo de ruso. Resuelven las tareas con mayor velocidad que los nativos ingleses. Parece que su vista y por lo tanto también su capacidad perceptiva se agudizó con el uso de la lengua rusa. ¿Pero eso quiere decir que los alemanes, los españoles o los japoneses somos todos daltónicos?
El componente cultural
“Somos lo que decimos” no es una suposición sacada de la manga porque al igual que se demostró que la lengua influye nuestra forma de pensar, aplicado a la personalidad se presentan semejantes resultados: la percepción de sí mismo cambia, dependiendo del idioma que lo describe.
Michele Koven y Susan Ervin demuestran en sus investigaciones el asunto de manera independiente pero utilizando métodos parecidos. En conversaciones con personas bilingües (francés/portugués y francés/japonés) las respuestas a una misma pregunta varían según el idioma escogido como medio de comunicación. Cuando se describen a sí mismas por ejemplo, enfocan diferentes características personales, dependiendo a su vez de las características predominantes en las distintas culturas.
Este factor cultural sirve como base para muchos pensamientos críticos. No solamente la lengua sino su alrededor hace que nuestra percepción varíe. Las circunstancias bajo las que aprendemos un idioma influyen sobre la manera en la que sus hablantes se perciben a sí mismos dentro de este ámbito lingüístico. El ámbito geográfico o el modo de vida define la necesidad de denominar aspectos específicos, como las variaciones del azul, pero no impide su percepción. El hecho de hablar solamente un idioma no nos hace daltónicos, ni nos cierra puertas. Ser bilingüe tampoco nos hace tener una personalidad múltiple. Simplemente nos adaptamos a nuestro entorno porque al final de todo el ser humano es eso: un producto de la evolución.